Cuando has crecido con los mejores padres del mundo, en una familia hermosa, sabes que eres privilegiada. No hay otra opción que vivir con esa ambición desmedida por las cosas buenas. Ver de frente el mundo, con mirada investigadora que busca el tesoro, lo valioso en cada momento y espacio. A veces está oculto pero cada vez tienes mayor habilidad para encontrarlo.
Llevas esa altivez de quien ambiciona más porque ya tiene harto. La seguridad de manejar tu tiempo en relaciones de primera, que evaden lo rastrero. Calma para actuar porque ya se tiene el plan trazado con miras altas, sin fijarse en los estorbos, las quejas, las ambiguedades, la inercia.
Ambición de calidad porque se ha vivido en constante y elevada calidad. Puedes discernir, ver la diferencia.
Cuando creces entre gente de primera ya no te conformas con cualquier ambiente, la mínima mediocridad está descartada.
En la foto: Cerro Lanín, Argentina. Por Manuel Cobo.
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