La noche antes de la maratón, la mente me jugó una trampa con una especie de gripe momentánea mientras veía la TV tratando de distraerme de las imágenes de la carrera, del anochecer, del futuro… de qué vendrá después de Boston. En el vuelo leí que a menos que sea de vida o muerte, cualquier cosa puede esperar para después de los 42 kilómetros. Entonces decidí posponer todo e irme a dormir.
En la largada se escuchaba la canción “tonight is gonna be a good night” y yo dije: ¡Sí! Y una chica junto a mí dijo: “the afternoon is gonna be good, ¡don’t wait ‘till the night!” era la esperanza de llegar bien, de celebrar. Pero yo quería sentir cada paso de mi carrera. No tenía apuro, solo determinación. Y si perdía la conexión entre mi mente y mi cuerpo llevaba unas notas en el bolsillo de mi cinturón para retomar el control. Pero todo pasó rápido y la gente me animó desde Hopkinton hasta Boston, a través de los 8 pueblos de la ruta. ¡Go Ecuador! ¡Ecuador you rock! Los chistosos: Ecuador Las Vegas. Ecuador vaya vaya. Eran tan intensos los gritos por llevar el nombre de mi país en mi pecho, que un corredor gringo me dijo: “debí usar mi camiseta de Ecuador”. Un maestro de chi kun wandam decía que cuando comes, debes comer; cuando duermes, debes dormir; y que esto tan simple no sabemos practicarlo los seres humanos. Pensé que hoy tenía que correr, solo eso. Así que corrí en medio de la fiesta de gritos, música y colores. Corrí entre árboles, flores, campos verdes, el azul de cielo, el gris de las nubes y de los lagos y ríos, el viento, los pensamientos de amor, alegría, de Dios. Iba a 5:20 el kilómetro al principio, luego 5:15, luego 5:00, según lo planificado. Pasé los 5k a 26:14; los 15k hice igual que en la Últimas Noticias, a 1hora 16min; los 21k media maratón a 1:45 (personal record); los 30k a 2:29:13 (¡mejor que nunca!). De pronto sentí pesadas las piernas desde el km 35 y decidí concentrarme en el chi running. Una especie de tensión como electricidad subía por mis pantorrillas. ¡¿Calambres?! El ánimo de los jóvenes de Boston College, las manos de los niños que me llenaban de energía y los gritos de la gente me llevaron hasta la meta. Nunca sentí la famosa “rompecorazones”, creo que mi corazón está inmune… a las cuestas. Mi mente me seguía ordenando flota… glide, lift, chi… veía que algunos caminaban, otros recibían masajes en el piso, pero todas las mujeres me pasaban. Eso no podía ser. ¡Se suponía que yo iba a pasar al final! El italiano que ganó la BM 1990 ya lo dijo: esta ruta libera la mente pero es dura para el cuerpo. Yo aceleraba porque todo mi cuerpo estaba fuerte, pero mis piernas volvían a sentir las electricidades. You’re almost there Ecuador! Dios mío, permíteme llegar, que no me caiga. You look good Ecuador (esto me parecía inverosímil). Pasé las rieles del tren y vi el edificio alto de Boylston Street. Sonreí. Mi reloj de manera increíble decía 3:32, 3:33, 3:34. Yes! Mientras recibía las felicitaciones, las bebidas, la manta térmica, la bolsa con fruta, sentía tremendo dolor en las caderas, rodillas, piernas. Me puso la medalla un señor inmenso moreno sonreído. Qué sensación de logro, de éxito, qué rico todo, el clima, el cielo azul, gracias a Dios, a mis papás, a mi familia, a mi hermana que fue a verme, al Banco Solidario que me auspició, a mis amigos corredores, a mi país, a Boston, y a mi corazón.
