Corrí los últimos 30 kilómetros de mi entrenamiento para la maratón de Boston y mientras iba por el Chaquiñán pensaba que debía disfrutar ese último esfuerzo. La mañana era fresca, el paisaje una belleza y me sentía excelente.
Después pensé contenta que esta última “larga” me dejaba blindada para la carrera de 42 kilómetros, porque había corrido a 2500 metros de altura, en cuestas y bajadas, cubriendo los frentes de comida, hidratación y ropa para el gran día. Mi cuerpo tendría en su memoria la cantidad de kilómetros, los músculos recordarían qué hacer cuando llegaran al momento del dolor. Como cuando estudias para dar la lección.
También me sentía blindada contra las dificultades de cada día, las penas de la vida, algún “enemigo” que se presentara. Como en la guerra, estaría con armadura. Cuando llegas al límite del dolor, superas a tu cuerpo, sabes lo que es el esfuerzo con una meta al frente y controlas tu vida. Cualquier reto iba a ser fácil de superar después de correr esos 30K.
El después resultó casi tan lindo como el “durante”. Mientras descansaba en la tarde sentía las huellas de los momentos vividos: 0.5% dolor y 99.95% pasión.
Después de todo, este domingo 28 de marzo estoy en la mejor parte del proceso de vivir, con el norte clarito y montón de ilusiones. ¡Además es luna llena!
Después pensé contenta que esta última “larga” me dejaba blindada para la carrera de 42 kilómetros, porque había corrido a 2500 metros de altura, en cuestas y bajadas, cubriendo los frentes de comida, hidratación y ropa para el gran día. Mi cuerpo tendría en su memoria la cantidad de kilómetros, los músculos recordarían qué hacer cuando llegaran al momento del dolor. Como cuando estudias para dar la lección.
También me sentía blindada contra las dificultades de cada día, las penas de la vida, algún “enemigo” que se presentara. Como en la guerra, estaría con armadura. Cuando llegas al límite del dolor, superas a tu cuerpo, sabes lo que es el esfuerzo con una meta al frente y controlas tu vida. Cualquier reto iba a ser fácil de superar después de correr esos 30K.
El después resultó casi tan lindo como el “durante”. Mientras descansaba en la tarde sentía las huellas de los momentos vividos: 0.5% dolor y 99.95% pasión.
Después de todo, este domingo 28 de marzo estoy en la mejor parte del proceso de vivir, con el norte clarito y montón de ilusiones. ¡Además es luna llena!
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