QUEDA SOLO EL TRIGO
Es un día frío y no puedo caminar por el parque otra vez,
para revisar y recordar todo lo que hablamos hoy con mi consejero. Pero puedo
llevarme el aire del parque y del perfume de eucaliptos que se metió a mi carro
y oler lo delicioso de este momento de paz.
Qué pena no haber aprendido antes todo esto, aunque en
verdad sí aprendí con mis papás, en mi casa, en mis libros. Quizás no estaba
preparada para entender y verbalizar las enseñanzas como trato de hacer hoy.
Y entender la parábola del sembrador, aquel que puso en el
campo la semilla con amor, y en la noche llegaron los enemigos y regaron cizaña
en ese campo recién sembrado. Al poco tiempo los trabajadores fueron donde el
sembrador y le dijeron: Maestro alguien sembró cizaña en el campo recién
sembrado de trigo. ¿Quieres que saquemos
todo, demos la vuelta a la tierra y volvamos a sembrar?
Y el sembrador dijo: no hagan nada, esperemos a que crezca
el trigo y la cizaña y podremos ver la diferencia, y entonces sacaremos la
cizaña porque la reconoceremos y solo quedará el trigo bueno.
Dios sembró en mi vida trigo bueno, que luego fue alimentado
por mis papás pero que con el tiempo se fue cubriendo de cizaña, de miedos,
quejas y temores. Y ahora que estoy revisando que es lo uno y que es lo otro,
ahora que tengo tiempo para pensar y reconocer la paja, puedo extraer lo que no
vale.
Basta un vistazo para notar cómo el ego se ha ido apropiando
del campo de tierra negra y húmeda que el Sembrador dejó lista al caer la tarde.
Dice el Diego: “Saca de tu espíritu de mujer todo lo bueno
que hay, anda sacando, anda descubriendo para entregar a tu vida, a la de los
tuyos, y de los demás, esa maravilla. Y no creas que toda esa sabiduría que
está dentro de ti y que sembró el Señor el primer día y ha ido sembrando a lo
largo de tu vida, son toda esa cantidad de quejas y de sentimentalismo.
Esos
son los “dementores del amor” y que uno cree que es el amor verdadero y uno
pone en el corazón y que no son sino cizaña y paja, pero no amor.
Que maravillosas
cosas estoy viviendo ahora y parte de lo maravilloso –entre todo lo
maravilloso- es darme cuenta de que puedo recuperar el amor, que él me ama a mí y que
podemos seguir adelante felices. Y entonces yo dijo, ojala sea así siempre. Y
el Diego me dice que el siempre, el nunca, el eterno, para un humano simple y
mortal como somos nosotros, se limita a un solo día: Hoy.
Nuestro “siempre” es
24 horas. Y si entiendo eso, tengo infinita e inimaginable cantidad de
posibilidades de hacer de hoy lo más bello de mi vida.
Hoy tengo esa
eternidad y yo puedo hacer que esa felicidad sea eterna, para hoy, para
siempre. Y le pueda extraer el máximo de lo que está hecho, de lo que está
construido y estamos construyendo y estamos nutriendo para que ese amor sea
maravilloso, inimaginable. Hoy.
Tengo hasta la hora
en que me vaya a acostar, tiempo para que es amor se nutra, se maraville, se
construya.
Los dementores del
amor son: la victimización y ya vimos la manipulación dual, el miedo y la
necesidad. Tengo miedo de perderte. Te necesito, si te pierdo no seré yo mismo,
me va a faltar un brazo sin ti, tengo que cuidarte y casi vigilarte para no
perderte.
La victimización
se compone de queja, culpables y justificación. Todos somos víctimas algún rato
porque nos gusta llamar la atención. No se gana nada, no se es feliz, no te da
nada ser una víctima, excepto una cosa
pobre y rastrera de sentirme que todo el mundo me compadece y llamo la atención
y me abrazan, pero no me da una gota de felicidad excepto esa tontera de
satisfacción que es la llamada de
atención. Entonces la victimización se manifiesta con queja, todo es sujeto a
queja, yo no fui fue el otro. Y ahí entra la culpabilidad.
Un amigo tenía una enamorada llena de problemas, de quejas,
de dolencias y todo era un solo drama. Y sufrían los dos. Y el hermano de él le
dijo: oye ¿por qué no pruebas alguna vez, solo por probar, tener una enamorada
que no tenga problemas, alguien que no sea anoréxica, con traumas de niñez, que
no sea adicta o que no tenga tremendo rollazo? Y te consigues alguien normal.
Y en verdad el amor es estar con alguien del nivel de uno,
con esa capacidad de amar, sí con problemas que todos tenemos, pero con esa
vida feliz, una persona completa que se junta con otra completa. El amigo oyó
eso de su hermano y pensó que quizás sí, que podía querer a alguien con menos
problemas, alguien normal.
Después de esa queja, encuentras el culpable y luego tienes
la justificación. “Es que por este hombre tengo la mala vida que llevo”, y
justifico botarle, hablar mal de él o justifico el lloro en el que estoy.
La tarea es vivir una semana sin una sola queja. Pase lo que
pase. No me voy a quejar, y voy a
descubrir cómo es vivir sin quejas. Y voy a sacar provecho de ese trigo que
tengo sembrado.
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