Antes de invitarnos a pasar, el Embajador de Alemania dijo:
“el arte y lo fascinante no están muy lejos”. Entonces inauguró la exhibición
de fotos de Christoph Hirtz: Arquitexturas.
Como yo soy de escribir, decidí anotar lo que me iba
fascinando. Me topé con algunas fotos que Christoph tomó estando juntos en
nuestras visitas a microempresarios. Me encantó volver a vivir la experiencia:
la ladrillera de Cuenca, las puertas mágicas, derruidas...
Estar en esa casa ilustre y bella donde era la exposición,
me llevó de repente a Praga. Me sentí un poco triste porque cada vez se iba
diluyendo la importancia del viaje a Praga. La sensación.
Y ahí estaba, recuperándola en parte, al caminar entre
decenas de personas que no conocía.
Me paré frente a unas fotos de agua y me acordé cuando Christoph
tomó la textura del agua en el viaje por el río Tiputini. El agua, qué maravilla.
¿Cómo la encuentras tan pura? Casi microscópica. En tus fotos se ve lo poco de pureza que hay en la vida
diaria de hoy, en la arquitectura de nuestros pueblos. Cuando subo de mi casa para
ir a la carretera, paso por una calle adoquinada y se ve una casa con un balcón
lindo. Pero lo malo es que siempre está una alfombra de un verde descolorido
ahí colgada. Pensé que era porque es de mañana y la sacan a ventilar o a secar,
pero no. Paso a otras horas y sigue la bendita alfombra quitando todo el
encanto a la casa.
Eso plasma Christoph en las fotos. Lo feo e inacabado de las
construcciones. Cómo tratamos al paisaje. ¿Cómo puede sacar arte de esos
alambres sueltos? Hay vida en los huecos de una pared, hay vida en los cuartos
de esa casa abandonada. En las dos fotos están creciendo las matas y le dan
vida a la destrucción.
La naturaleza, las ruinas, el desorden, y de nuevo la
naturaleza queriendo poner armonía. Pero no le dejamos y vuelve el círculo vicioso
de construir y dejar a medias texturas sin que nada le inmute. Excepto la
naturaleza.
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